Lunes 12 - Resumen de Actividad

Lunes 12 - Resumen de actividad

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15:00 Inscripciones

16:30 Javier R. GONZÁLEZ (Buenos Aires) :
  Inauguración de la Cuadragésima Primera Semana Tomista 2016

17:00 S.E.R. Ariel TORRADO MOSCONI (Nueve de Julio) :
  Conferencia inaugural

17:30 María L. LUKAC de STIER (Buenos Aires) :
  Noción clásica y noción moderna de la justicia

Pausa-Café

18:30 Ignacio E. M. ANDEREGGEN (Buenos Aires-Roma) :
  El capítulo 8 de la “Amoris Laetitia”

19:00 Ángela GARCÍA DE BERTOLACCI (Buenos Aires) :
  Misericordia, una realidad en la que nos encontramos

19:30 Germán MASSERDOTTI (Buenos Aires) :
  Servir a la Patria desde la cátedra universitaria: Carlos Alberto Sacheri.

20:00 Recepción a los Participantes



INAUGURACIÓN DE LA CUADRAGÉSIMA PRIMERA SEMANA TOMISTA 2016

Queridos Amigos: Este año, los organizadores de la Semana Tomista han estipulado un tema convocante de hondísimo significado, porque en él se concentra, quizás, lo más radical del misterio de la verdad y la bondad divinas: la justicia y la misericordia. Declaro y confieso mi absoluta incompetencia para discurrir sobre este tópico desde la Filosofía. Tampoco sabría hacerlo adecuadamente, por cierto, desde la Teología. Me encuentro, así, en un incómodo trance, en un riesgo. ¿Y qué mejor, para salir airoso de él, que recurrir a Aquélla a quien invariable y provechosamente recurrimos los cristianos cuando no sabemos muy bien cómo continuar? Con la venia de ustedes, y en plena sintonía con el tema de estas jornadas académicas en el Año de la Misericordia, invocaré entonces, precisamente bajo esta advocación, la intercesión de Nuestra Señora, para que mediante su rica y bella iconografía me ayude a organizar las pocas ideas que me atreveré a exponer aquí. La devoción por la Virgen de la Misericordia –o Madonna dei Raccomandati, como también la llaman en Italia, o bien Virgen de la Merced, derivación bajo la cual solemos denominarla en los países hispánicos– comienza a definirse en los siglos XII y XIII, en el marco, ciertamente, de ese fenómeno general de afianzamiento del culto mariano en la Iglesia de Occidente del que no son ajenos ni la predicación sapientísima de un San Bernardo de Claraval, ni el aporte de los vigentes cánones del amor cortés y del servicio a la dama como natural “Señora” que procede de las cortes provenzales y la lírica de los primeros trovadores. Sin embargo, su mayor auge ocurre ya en los siglos XIV y XV, cuando una serie de grandes catástrofes, que hoy llamaríamos humanitarias –la peste, la hambruna, la gran Guerra de los Cien Años–, hacen que la vulnerable población de Europa tome debida conciencia de la necesidad de acudir a la única protección realmente eficaz, al único refugio que jamás defrauda ni mengua, a ese maternal y universal manto de María que, como un regazo, se abre para acoger y contener a todos aquellos que buscan calor, defensa y seguridad. Es precisamente el manto, ese generosísimo manto de María que se extiende inmenso y oportuno para abrigar a sus hijos, el elemento definidor de su siempre eficaz misericordia en la iconografía de esos tiempos. Uno de los primeros ejemplos nos lo ofrece Duccio di Buoninsegna, en una tela que ha sido datada en circa 1280 (figura 1); en ella vemos a María sentada en leve y elegante escorzo, asistida por cuatro ángeles, con el niño en su brazo izquierdo –detalle éste que no será en absoluto habitual en las representaciones posteriores de esta advocación, según veremos –e insinuando apenas con el brazo derecho un movimiento de controlada extensión de su manto para cubrir a una escasa cantidad de devotos apenas tres– que se encuentran a sus pies en actitud de devoción. Si observamos detenidamente el implícito juego geométrico subyacente, advertimos que una clara diagonal se extiende decidida desde el ángulo superior derecho hasta el inferior izquierdo y, que en ella, se inscriben como una única fuerza el niño Jesús en el brazo izquierdo de María, su brazo derecho que abre el manto y el pequeño grupo de los tres devotos; la dinámica de la misericordia mariana queda así perfectamente sugerida como un eslabón, como una cabal intercesión entre su fuente –la misericordia divina misma, radicada en el Niño –y su objeto –los devotos que a ella se acogen. Así, la diestra y el manto de la Virgen no son más que un puente –un acueducto, diría San Bernardo –para la gracia que mana del Niño y a través de ella desemboca en el pueblo. El siguiente ejemplo (figura 2), procedente de la Iglesia y Convento de Santo Domingo de Bolonia, nos permite contemplar la transición entre el modelo inicial, donde la centralidad de la representación de la misericordia radica en el Niño, y las representaciones posteriores, en las que recaerá enteramente sobre el manto. Aquí sobrevive aún el Niño, pero a diferencia del caso anterior la Virgen no lo sostiene con ninguna de sus manos, pues estas, ambas, se dedican ya enteramente a sostener y extender el ahora amplísimo manto, que gana enormemente en relevancia y cubre a más devotos –todos ellos, eso sí, rigurosamente dominicos, cual exige el ámbito en el que esta pintura fue hecha. Este creciente protagonismo del manto será ya absoluto y único en nuestro ejemplo próximo (figura 3), correspondiente a la más conocida Madonna della Misericordia de Simone Martini. Aquí la Virgen aparece ya no sentada, sino de pie, ha desaparecido el Niño como centro o fuente de la misericordia alegorizada, y todo el peso semántico de la representación recae en el amplio y pesado manto que cobija, finalmente, a numerosos afligidos, no ya pertenecientes solo a un colectivo definido, a una orden como en el caso anterior, sino representantes de la humanidad toda en su más variada diversidad: varones, mujeres, clérigos, laicos, jóvenes, viejos. La imagen es bellísima, porque María no se limita, con sus manos, a extender el manto sobre sus devotos, sino que con ellas los abraza y con él los envuelve, en un gesto cabalmente maternal de protección extrema y de amor casi físico. En algunos pueblos cristianos de la alta Edad Media –en Alemania, por ejemplo– existía el bello gesto, de fuerza plenamente jurídica, de arropar bajo un amplio manto a aquellos niños a los que se quería adoptar; mediante este gesto los padres adoptivos indicaban su disposición a acogerlos y protegerlos como si se tratara de hijos propios y así, estos nuevos hijos recibían el nombre de filii mantellati, o hijos del manto. En estrecha relación con esta costumbre la Virgen del Manto adquirió en Alemania la condición de arquetipo y modelo de la maternidad adoptiva, y su devoción se extendió bajo la advocación de Schutzmantelmadonna, ‘Virgen del manto protector’. Hans Holbein, ya en el siglo XVI, ejecutaría una de las pinturas más notables de este género en el ámbito alemán, pero entre estas vírgenes alemanas mi predilección se dirige a una bellísima talla en madera policromada del siglo XV, la Ravensburger Schtztmantelmadonna, atribuida a Michael Erhart (figura 4). Siempre en el siglo XV, pasaremos rápidamente por la bella Madonna de Sano di Pietro (figura 5), cuya túnica y cuyo manto finamente trabajados indican el énfasis que el autor ha querido poner en la realeza de María –que en esta representación parece circunscribir su protección a un colectivo femenino– y, también, sobre la delicada escultura veneciana de la Madonna della Scoleta dei Calegheri (figura 6), en la que surge un rasgo de suma importancia para nuestra imagen, cual es la integración y recíproca potenciación semántica de la misericordia –representada por el manto– y la realeza de María –representada por la corona–, para detenernos un poco más en una de las muestras más justamente célebres de esta advocación mariana, la Madonna della Misericordia de Piero della Francesca (figura 7). En esta tabla pintada al temple, lo principal parece no radicar en la figura de la Virgen ni en las de los protegidos bajo su manto, sino en el fondo dorado que da marco y en cierta manera sostén a todas las figuras, y que pareciera funcionar como una fuente de luz que no solo alumbra los cuerpos, sino los espiritualiza y los sublima. Si la expresión de la Virgen, serenísima, más nos remite a la María celestial que a la terrena, los rostros de los devotos acogidos bajo su manto nos permiten descubrir una cierta variedad de gestos y rasgos que los convierte, en cierto modo, en diferenciados retratos, en psicologías incipientemente individualizadas. El manto de María, aunque cobija a todos, no uniformiza a sus protegidos; su misericordia ampara a todos, pero esa totalidad no es nunca una colectividad indiferenciada, sino una suma de individuos distintos que reclaman, cada uno según su concreta necesidad y personalidad, un tipo de atención exclusiva y única de parte de la Madre. Domenico Ghirlandaio, en el mismo quattrocento, nos presenta una Madonna (figura 8) cuyo manto empieza a extenderse a lo ancho en un vuelo mucho más amplio, a tal punto que los brazos no bastan ya a la Virgen para mantenerlos abiertos de modo tal que cubra a todos sus hijos, lo cual hace necesario el concurso de unos ángeles que son quienes, en rigor, sostienen la tela. La presencia de estos ángeles en los ángulos superiores de la imagen no es nueva; ya aparecían en la Virgen de Duccio y en la de San Domenico, pero aquí ya no son, como en aquellas obras, meros testigos, sino que coadyuvan en la misión protectora de María sosteniendo su manto, lo cual libera la manos de Ésta, que parecen prontas a acariciar las cabezas de sus devotos con gesto de ternura maternal. Por cierto, la maternidad de Nuestra Señora aparece expresada aquí en su vientre, realzado por un cinturón muy alto, que sugiere en ella una gravidez en estado de avance intermedio y, es a ese vientre, donde ya vive el Dios-hombre, el punto al que parecen dirigirse, en actitud adorante, las miradas de todos aquellos que se refugian bajo el manto. Si damos ahora un salto hasta el barroco, la Virgen de las Cuevas de Zurbarán (figura 9) nos permite asistir de nuevo al manto de vuelo amplio sostenido por los ángeles y, aquellas manos maternales que en la figura de Ghirlandaio se aprestaban a acariciar las cabezas de sus hijos, aquí consuman acabadamente este gesto de afecto. Como en algún otro ejemplo previo, María aparece coronada; es no solo la Madre de la Tierra, sino también la Reina del Cielo. Y también como en ejemplos anteriores –Simone Martini, Piero della Francesca–, sus atavíos combinan el rojo de la túnica –la sangre, lo terrenal– con el azul del manto –el espíritu, lo celestial–, en un juego de complementariedad cromática que, devenido tópico en la alegorización de María misericordia, expresa la condición medianera de aquella que tiende entre la tierra y el cielo su plegaria siempre eficaz y su canal de intercesión. La última imagen que compartiré con ustedes, que nos obligará a retroceder en el tiempo de nuevo al siglo XIV, es mi favorita. Lo es, en gran medida, porque nos permitirá por fin, tras este recorrido por diversas representaciones de la Virgen de la Misericordia, dar cabida en nuestras reflexiones al otro elemento que organiza la temática central de esta Semana Tomista, y que hasta aquí no habíamos visto aparecer con la debida fuerza o claridad: la justicia. Se trata de la Madonna della Misericordia o dei Raccomandati que Lippo Memmi pintó en el Duomo di Orvieto hacia 1320 (figura 10). En ella reconocemos varios de los elementos ya familiares: el rojo de la túnica y el azul del manto, los ángeles que liberan las manos de María y sostienen por ella la tela de su capa, la corona que ciñe su cabeza, la multitud de fieles que se acogen a su protección, el luminoso dorado que domina como fondo. Pero hay aquí algo que no había en ninguna de las otras versiones: una pauta de organización geométrica que consiste, básicamente, en una cruz que intersecta un eje vertical –el cuerpo de María– y otro eje horizontal, levemente curvado –su manto extendido. Esa enorme cruz divide el espacio en cuatro campos, en los que se ubican los ángeles –campos superior izquierdo y superior derecho–, los fieles varones –campo inferior izquierdo–, y las fieles mujeres –campo inferior derecho–, pero lo más importante, lo realmente fundamental en esta cruz implícita, es que el centro en el que se cruzan la vertical y la horizontal aparece definido por las manos orantes de Nuestra Señora. Habíamos asistido en las imágenes anteriores a una progresiva liberación de sus manos, que de a poco iban desasiéndose del manto, dejándolo a cargo de los ángeles, pero en aquellos ejemplos las manos liberadas de María se enderezaban, en conato o en acto, a la caricia de los mismos fieles a los que cobijaba su manto. Aunque separadas y “emancipadas” del sostén del manto, las manos reduplicaban en cierto modo la misma funcionalidad del manto, por cuanto se orientaban, igual que éste, a la protección y al cuidado afectuoso de los devotos. Aquí no. Aquí las manos de María, una vez sueltas del manto, se dirigen a Dios. Se dirigen a Dios porque solo de Dios procede la misericordia que la Virgen canaliza y derrama como cobijo sobre los hombres, pero también porque es mediante ese acto de súplica a la fuente de toda misericordia que se hace asimismo presente una implícita referencia a la justicia. Es en esas manos orantes que marcan la intersección de la vertical del cielo y la horizontal de la tierra donde se expresa la inescindible co-implicancia de la justicia y la misericordia. Las manos proceden de la línea horizontal de los brazos, pero se yerguen hacia arriba inscribiéndose en el eje vertical que culmina en la corona de María. Así, las manos suplicantes apuntan a la realeza, la plegaria de misericordia, que nace de la empatía propia de un ser humano, como María por los demás seres humanos que son sus iguales, necesariamente funda su eficacia y su misma posibilidad en una remisión a esa realeza que, conferida por Dios, la hace única y desigual, distinta de cualquier otro ser humano, cabal delegada de una omnipotencia justiciera que es solo divina. Solo porque en el ápice de la imagen domina la corona de la Reina, expresión del poder y de la justicia, es que en el centro de la cruz pueden obrar su intercesión las manos suplicantes de la misericordia y, en cuanto expansión de éstas, las alas omniabarcantes del manto protector. El arte, mediante el poder sintetizador del símbolo, acaba expresando de manera convincente lo que en la exposición analítica del concepto podría aparecer como paradojal o contradictorio. La cruz, el símbolo de los símbolos de nuestra fe, una vez más derrama su superabundancia semántica para permitirnos ver, a través de esta notable pintura del trecento italiano, que el cristiano solo puede y debe concebir la justicia de Dios como necesariamente misericordiosa, y su misericordia como necesariamente justa. Les deseo entonces que bajo el manto protector de esta idea, misteriosa y hermosa, las actividades que ahora se inician en el seno de la Semana Tomista alcancen también, de la mano de la reflexión filosófica y teológica, similares frutos de conocimiento y admiración orantes. <a href="/cms/../images/xli_001.jpg"><img src="/cms/../images/xli_001.jpg" border="0" width="128" height="128" /></a> <a href="/cms/../images/xli_002.jpg"><img src="/cms/../images/xli_002.jpg" border="0" width="128" height="128" /></a> <a href="/cms/../images/xli_003.jpg"><img src="/cms/../images/xli_003.jpg" border="0" width="128" height="128" /></a> <a href="/cms/../images/xli_004.jpg"><img src="/cms/../images/xli_004.jpg" border="0" width="128" height="128" /></a> <a href="/cms/../images/xli_005.jpg"><img src="/cms/../images/xli_005.jpg" border="0" width="128" height="128" /></a> <a href="/cms/../images/xli_006.jpg"><img src="/cms/../images/xli_006.jpg" border="0" width="128" height="128" /></a>

Dr. Javier Roberto González Decano




CONFERENCIA INAUGURAL


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S.E.R. Mons. Ariel Torrado Mosconi

Mons. Ariel Torrado Mosconi es bachiller, profesor y licenciado en Teología por la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina, recibiendo la Medalla de Oro de su promoción. El 17.11.1990 fue ordenado sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Ha ocupado diferentes cargos. Prefecto y vicerrector del Seminario Metropolitano de Villa Devoto (1992-1999). Párroco de la Parroquia de San Bernardo (1999-2005). Decano del Decanato Nº 15 "Chacarita" (1999-2005). Miembro del Consejo Presbiteral (1999-2005). Miembro del Colegio de Consultores (desde 1999). Secretario Ejecutivo de la Vicaría Episcopal de Educación (desde 2002). Asesor Técnico del Instituto de Cultura y Extensión Universitaria de la Universidad Católica Argentina (desde 2004). Párroco de la parroquia San Isidro Labrador (2005-2009). Profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina. En la Conferencia Episcopal Argentina colaboró como perito en la Comisión de Liturgia, y luego como secretario ejecutivo. Fue director del SENALI (Secretariado Nacional de Liturgia). El 22 de noviembre de 2008, Benedicto XVI lo designó obispo titular de Vicus Pacati y obispo auxiliar de la diócesis de Santiago del Estero. Su ordenación episcopal se efectuó el 13 de diciembre de 2008. Ya como obispo fue elegido miembro de dos comisiones de la Conferencia Episcopal Argentina: la Comisión de Liturgia y la Comisión de Ministerios (2011-2014), además de ser miembro de la Comisión Permanente en calidad de delegado de la Región Pastoral Noroeste (NOA).
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NOCIÓN CLÁSICA Y NOCIÓN MODERNA DE LA JUSTICIA

En primer término se analiza la definición clásica, acuñada por Ulpiano y utilizada por Tomás de Aquino: “la voluntad constante y perpetua de dar a cada uno su derecho”. Se compara con la definición aristotélica y se afirma su condición de virtud moral. Luego se procede a una primera clasificación en justicia general y particular, y la última en conmutativa y distributiva. En una segunda parte se analiza la noción moderna centrada en el cumplimiento de los pactos, a partir de la doctrina de Thomas Hobbes. Se observa la influencia hobbesiana en autores modernos posteriores como Hume y Mill. Finalmente, en una breve conclusión se pone en relación cada una de estas dos nociones con la misericordia, concluyendo que la misma solamente en la noción clásica puede ser comprendida como la plenitud de la justicia.
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María L. Lukac _de Stier

Es Profesora, Licenciada y Doctora en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica Argentina, Profesora Titular Ordinaria de Filosofía en la UCA, donde se desempeña actualmente como Directora del Departamento de Filosofía. Ha sido profesora visitante en varias universidades europeas y norteamericanas. Es Profesora Honoraria de la Universidad Autónoma de Guadalajara (México), colaboradora extranjera del Centre Thomas Hobbes de la Université Paris Descartes (Sorbonne), miembro de la International Hobbes Association. Se ha jubilado como Investigadora independiente del CONICET. Es Presidenta de la Asociación de Estudios Hobbesianos de la Argentina, Secretaria de la Sociedad Tomista Argentina, Miembro Correspondiente de la Pontificia Accademia Romana di S. Tommaso d’Aquino, Miembro de Número de la Academia del Plata. Entre sus publicaciones se destacan, El fundamento antropológico de la filosofía política y moral en Thomas Hobbes (1999), Perspectivas latinoamericanas sobre Hobbes (compiladora, 2008), editora del Special Issue: The Latin American Hobbes Scholarship, Hobbes Studies, Vol XXIV:1, 2011. Tiene un libro en prensa. Ha colaborado en catorce volúmenes colectivos y ha escrito cerca de un centenar de artículos de su especialidad en revistas filosóficas argentinas y extranjeras.
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EL CAPÍTULO 8 DE LA “AMORIS LAETITIA”

Francisco afirmó que en la Exhortación AL “todo es tomista, desde el inicio hasta el final. Es la doctrina segura”. Son posibles formas de realización análogas al matrimonio en cuanto el sacramento, por la gracia, eleva a su pefección la naturaleza del vínculo y de la amistad matrimonial. De estos puede haber semejanzas naturales. En quienes se encuentran en estas situaciones, también puede actuar la gracia de diversas maneras. Las personas unidas de hecho o civilmente con un vínculo matrimonial anterior válido no están excomulgadas canónicamente. Pueden recibir la Confesión y la Eucaristía, con las condiciones debidas, verdadero dolor de los pecados y la huída efectiva de las ocasiones, con el propósito de vivir castamente. De ninguna manera podría tomarse la AL como pretexto para que los divorciados con nueva unión reciban la absolución sin una conversión real y se acerquen a la Comunión sacramental; incluso en los casos de impedimentos psíquicos.
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Ignacio E. M. Andereggen

Es Doctor en Filosofía y Doctor en Teología, con especialización en espiritualidad, por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Profesor invitado en la Facultad de Teología de la Universidad Gregoriana (1993-2016) hasta la actualidad y también en el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum de Roma (1996-2016). Profesor en ambas facultades de Fílosofía (1987-2016). Ex-alumno del Almo Collegio Capranica de Roma. Es profesor Ordinario Titular de Metafísica y Gnoseología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Pontificia Universidad Católica Argentina, y Titular de Metafísica en la Universidad Católica de La Plata. Socio correspondiente de la Pontifica Academia de Santo Tomás de Aquino y de Religión Católica. Dirigió numerosas tesis. Actualmente dirige tesis doctorales en universidades de Europa (Italia y España). Publicó libros sobre metafísica, gnoseología, teologia de Santo Tomás, espiritualidad, psicología, moral, además de artículos en revistas de Europa y América.
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MISERICORDIA, UNA REALIDAD EN LA QUE NOS ENCONTRAMOS

El propósito de este trabajo es profundizar la comprensión de unas enseñanzas de la Palabra de Dios sobre esta realidad en la que nos encontramos. Ninguna hermenéutica podrá ampliarla o relativizarla mientras que los aparatos conceptuales corren el riesgo de alejarnos de la realidad. ¿Para qué complicar lo que es tan simple?, pregunta SS. Papa Francisco en Evangelii Gaudium, n.n. 193-194. Y en su Homilía en la Celebración Penitencial del 28 de mayo de 2014, decía: Recibamos misericordia y demos misericordia. Y recientemente, en Misericordiae Vultus, 2015, n. 13, insiste: Para ser capaces de misericordia debemos en primer lugar colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios. Misericordia no es una idea abstracta sino una realidad concreta con la cual Dios nos revela su amor, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón. Y respecto de la verdad sobre el hombre, es la experiencia más rica en su vida moral a la luz de Cristo y de su Espíritu. Este trabajo es, también, una invitación a una meditación sapiencial, recogiendo la expresión de San Juan Pablo II, en Veritatis Splendor: esto es, una meditación metafísica y teológica. Es a la vez, una propuesta para pensar las posibilidades y exigencias pedagógicas en nuestra vida personal y también en orden a formar a los hijos y a los jóvenes, especialmente para unas relaciones interpersonales fundadas en el amor, la amistad, la justicia, la misericordia.
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Ángela García de Bertolacci

Doctora en Filosofía, Universidad de Navarra, España. Licenciada y Profesora en Filosofía, UCA. Postgrado Especialista en Entornos Virtuales de Aprendizaje, Organización Estados Iberoamericanos, Centro Altos Estudios Universitarios y Virtual Educa. Profesora Titular Ordinaria cátedra Antropología Filosófica, Facultad Filosofía y Letras y Facultad Ciencias Económicas, UCA. Profesora de Pedagogía. Profesorado Superior, UCA. Profesora con Dedicación Especial, Facultad Filosofía y Letras, UCA. Miembro Comisión Directiva Sociedad Tomista de Filosofía. Facultad Filosofía UCA. Profesora Titular cátedra Concepción filosófica y teológica del hombre, Maestría en Ética Social. Centro de Investigaciones Fundación Aletheia, Argentina. Patrocinio Pontificium Consilium de Cultura, Vaticano. Profesora Emérita, Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, desde el 23 de octubre de 2015.
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SERVIR A LA PATRIA DESDE LA CÁTEDRA UNIVERSITARIA: CARLOS ALBERTO SACHERI.

En este trabajo se presenta una obra de Carlos Alberto SACHERI: sus apuntes de cátedra “Filosofía e historia de las ideas filosóficas”, materia que dictó en el curso de ingreso a la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires. De este modo, se procura realizar un aporte histórico para el restablecimiento de la Universidad argentina en Cristo.
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Germán Masserdotti

Licenciado en Filosofía (Colegio Máximo de San Miguel – Pcia. de Buenos Aires – República Argentina) y Profesor universitario de Filosofía (Universidad del Salvador). Magister en Estudios Humanísticos y Sociales (Universitat Abat Oliba –Barcelona-). Profesor en la Universidad del Salvador (USAL), Universidad Católica de La Plata (UCALP) y Universidad FASTA (UFASTA). Algunas publicaciones: • La filosofía como instrumento apto de la teología, en XXIX Semana Tomista –2004-: http://www.sta.org.ar/xxix/files/Jueves/Masserdotti_04.pdf y Aquinate nº2, 2006: http://www.aquinate.net/revista/edicao%20atual/Artigos-pdf/Artigos-2-edicao/artigo-masserdotti.pdf); • Naturaleza humana, cultura y política, en CORTI, P. – MORENO, J. R. – WIDOW LIRA, J. L. (editores), Historia: entre el pesimismo y la esperanza. Ediciones Altazor, Viña del Mar, 2007, pp. 133-143; • ¿Es posible una solidaridad forzada? Reflexiones morales en torno a la nueva ley de trasplantes de órganos y la figura del donante presunto, en Revista virtual Persona: http://www.revistapersona.com.ar/Persona53/53Masserdotti.htm, mayo de 2006; • El hombre como viajero, en XXXI Semana Tomista –2006-: http://cablemodem.fibertel.com.ar/sta/xxxi/files/Viernes/Masserdotti_06.pdf; • En servicio de la vida humana. Reflexiones filosóficas a partir de la Carta de los agentes sanitarios, en Vida y Ética, Año 7, Nº 1, Junio 2006, pp. 143 y ss. • Fair play. El deporte y la vida humana, en XXXII Semana Tomista –2007-: http://www.sta.org.ar/xxxii/files/Jueves/Masserdotti_07.pdf; • Bondad moral, belleza y vida universitaria, en XXXIV Semana Tomista –2009-: http://www.sta.org.ar/xxxiv/files/Masserdotti_09.pdf y Versión ampliada publicada en INTUS-LEGERE FILOSOFÍA / Año 2010, Vol. 4, Nº2, pp. 161-170; • El conocimiento de la persona humana en John Locke, en Espíritu Año LIX - 2010 - nº139. Actas de la Jornada "Persona: historia y grandeza de un concepto" –2010-. • En coautoría: COLOTTA, A. – MASSERDOTTI, A. G., El control de constitucionalidad en la Argentina. Los cambios en el modelo adoptado, en ElDial.com, 1º de marzo de 2011: http://www.eldial.com.ar/suplementos/constitucional/i_doctrinaNP.asp. • “Arturo Enrique Sampay y la reforma constitucional”, en Todo es Historia, Nº531, p. 56-66. “La fisonomía del político según Arturo Enrique Sampay”, en El Derecho, suplemento Filosofía del Derecho Nº22. • “Arturo Enrique Sampay y su interpretación del artículo 19 de la Constitución Nacional Argentina. El Influjo de Tomás de Aquino en el Derecho Constitucional argentino”, en Ius Publicum, Nº28, 2012, p. 55-66.
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Semanas Anteriores

(No digitalizadas)

  • XXV : Santo Tomás y la Educación frente al Tercer Milenio. (2000)
  • XXIV : Verdad y Libertad. (1999)
  • XXIII : Santo Tomás: Humanista cristiano (actas del jubileo). (1998)
  • XXII : Recepción y Crítica del tomismo. (1997)
  • XXI : La Creación. (1996)
  • XX : Cultura y vida. (1995)
  • XIX : Naturaleza. (1994)
  • XVIII : El tomismo frente a los problemas doctrinales actuales. (1993)
  • XVII : Razón y Fe. (1992)
  • XVI : Hombre y Sociedad. (1991)
  • XV : Los saberes según Santo Tomás. (1990)
  • XIV : El tema de Dios en Santo Tomás. (1989)
  • XIII : Tomás de Aquino y la metafísica. (1988)
  • XII : El hombre y la doctrina moral tomista. (1987)
  • XI : Pensamiento y Lenguaje. (1986)
  • X : Teoría y Praxis. (1985)